Bolsas


Hay pequeños detalles que están insertos en nuestra historia. Las bolsas conviven con nosotros desde que, el humano, de mono se convirtió en hombre.
Siempre existe algo valioso y necesario que debemos llevar con nosotros. Bolsas pesadas, pequeñas, grandes, livianas, de cuero, de tela, de plástico, pero siempre hay bolsas.
Algunos las arrastran, otros las portan en sus brazos, en su cabeza, en sus hombros. El llevar bolsas necesita de equilibrio pero, en la mayoría de los casos, se necesita fuerza.
Cuando somos jóvenes llevamos muchas bolsas y las podemos sostener con nuestros brazos, aunque nuestras manos se lastimen, trasladamos pañales, comida, ropa de la lavandería, la mochila de nuestros hijos...
Cuando somos viejos ya los brazos (o los hombros) no nos resisten y empezamos a llevar changuitos... Changuitos llenos de bolsas.
Bolsas que nos acompañan mucho más que una estructura familiar, que los amores de nuestras vidas, los hijos y las mascotas. Todas los pequeños y grandes lazos que nos aferran a los afectos, a sentirnos queridos, al dar y recibir.
Pero la anónima bolsa está siempre en cualquier gran festejo o en la compra diaria y escueta que un viejo puede trasladar.
Con los años las bolsas se hacen más livianas, al quedarnos solos y olvidados, ya no es necesario hacer tanta compra todo comienza a achicarse y alivianarse... como nuestros huesos...
Y uno entonces empieza a poner en bolsas lo que no sirve, lo que ya no usamos, lo que ya no nos importa, lo que necesitan los demás...
Las bolsas que necesitamos aferrarnos para subsistir son inversamente proporcional a las bolsas que tiramos. ¿Por eso hoy el mundo tira cada vez más basura? Necesitamos adquirir productos cada vez más grandes y más ostentosos que vienen en cajas enormes que protegen ese "valioso" objeto que, cuando uno termina de desembalar o desenvolver, es más lo que se tira que lo que se obtiene y, quizá por ese tonto y consumista motivo, buscamos necesitar cada día más y olvidamos disfrutar...
Bolsas de cosas, bolsas de basura, embolsar la ropa de invierno, bolsas...
A veces guardamos miles de bolsas por si hacen falta y a veces tiramos esas miles de bolsas para reemplazarlas por nuevas bolsas.
Nacemos en una bolsa y en las morgues terminamos en bolsas también.
Hay días festivos o recordatorios para tantas cosas pero jamás nadie advirtió la importancia y compañía, desde toda la historia, de las bolsas.
En las huidas, en las guerras, en la desolación más absoluta y desesperada, la mayoría de las personas se aferrará a una bolsa, quizá como único símbolo de lo que deja atrás o donde traslada la esperanza de lo que puede comenzar a vivir...
Antes, para educar a los hijos, se los asustaba con el hombre de la bolsa, personaje fantástico que podía llevarse a ese niño desobediente y rebelde o llevarse ese objeto atesorada que egoístamente no queríamos ceder a un hermano.
Hoy, el paisaje más maravilloso e inhóspito de la tierra estará inundado de bolsas, en el mar, en la tierra, en la playa. Bolsas...
Quizás esas bolsas, mudas, necesarias e ignoradas, busquen finalmente un reconocimiento.
Y hoy las bolsas de plástico perdurarán en el planeta cuando nosotros seamos ceniza...
Algunos vemos el mundo desde otra perspectiva y cuanto menos bolsas llevamos empezamos apreciar los detalles que los demás ya no perciben sino aparece en un canal de noticias, un televisor o un celular.
Cuando un viejo muere, los parientes se reúnen para poner en bolsas toda una vida. Algunas bolsas irán a la iglesia o al pariente pobre o al pariente nostálgico que querrá llevarse algo (luego de repartir las cosas valiosas entre discusiones, recriminaciones y reproches varios) la gran mayoría irá en bolsas a la basura.
Espero no dejar demasiada bolsa porque en todos mis años intenté trascender de muchas más formas, incluso he dado bolsas de amor, de amistad, de fuerza, de confianza, aunque pocos lo adviertan.
Mi homenaje a las bolsas de la historia, del mundo, a todas las bolsas que he sostenido y todas las bolsas que he abandonado en mi camino....

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